jueves, agosto 13, 2015

El enigma de ser juarense

Hace tiempo que un pensamiento que se convierte en una especie de bala expansiva me viene rondando la cabeza, la idea de ser juarense.
A fechas recientes, derivado de la inestabilidad en materia de seguridad provocada por la violencia entre cárteles de droga, entre integrantes del crimen organizado y el gobierno, y por qué no decirlo, por corporaciones policíacas atentando contra ciudadanía, la ciudad estuvo agonizando en materia económica y social.
Afortunadamente, en meses recientes, el espíritu de los habitantes de Ciudad Juárez, enclavada en la frontera entre México y Estados Unidos, comunidad hermana de El Paso, Texas, ha dado muestras de vida.
La actividad en las calles es una clara muestra de ello, ya que se puede observar nuevamente a las familias, que en otros años temerosas preferían permanecer en casa, que salir a realizar las más mínimas actividades al aire libre. Y no era para menos, ya que una constante en las principales avenidas, primeramente y que después se extendió en toda la ciudad entre el 2007 y 2012, fue el sonido de ráfagas de metralleta, balazos de armas cortas y el consiguiente canto de las sirenas de patrullas, ambulancias y máquinas de bomberos.
Aunque no con la misma frecuencia, de cuando en cuando, las sirenas se dejan escuchar, provocando escalofríos, trayendo según se puede observar en los cruceros, el remanente de aquel estado de psicosis en el que estuvo inmersa esta tierra.
Hay nuevos bríos en el rostro de los sobrevivientes de una absurda guerra que se vivió por años y aunque todavía queda sortear nuevas batallas, ahora contra la crisis económica y la frágil seguridad, los que aquí viven, buscan entre los escombros, la manera de reconstruir la historia de esta tierra.
Poco a poco iré hablando de las distintas maneras en las que los habitantes retoman su vida en Ciudad Juárez, de cómo los nacidos en esta tierra evocan desde otros estados de la república y países su amor por un terruño que no conserva ya el rostro que ellos recuerdan.
Porque desafortunadamente, a diferencia de otras ciudades, en Juárez nunca se ha preocupado ninguna autoridad por preservar su arquitectura y los pocos edificios históricos que nos quedan, se encuentran en ruinas, abandonados, cayéndose y/o clausurados.
Aún así, entre los escombros, hay vida y de ella crecen nuevas flores, hay nuevas generaciones de habitantes que están aún en el proceso de crear una nueva identidad y de ellos, de nosotros dependerá, dar un paso atrás para retomar el infierno o bien, generar el cambio que merecemos como habitantes de esta ciudad tan llena de contrastes que en algún tiempo fue considerada la principal frontera del mundo, pero también la más violenta del planeta ¿con cuál nos habremos de despertar mañana? 



Tin Tán en la Plaza de Armas de Ciudad Juárez. (Foto: Zerk Maury)

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